LOS INTERESES DE MOSCÚ EN SIRIA
- Héctor Balnaceda y L. Rodrigo Rivera
- 21 oct 2015
- 9 Min. de lectura

Más que ser una proyección de investigación o el resultado de una serie de eventos cronológicos; el propósito de estos párrafos es analizar las acciones de Moscú en Siria y cuáles son los puntos más importantes que se deben considerar para entender mejor las decisiones tomadas por parte de Vladímir Putin en territorio sirio.
La pregunta más frecuente es quizá ¿Por qué Rusia no intervino desde el comienzo de la guerra civil siria?
La respuesta bien la podríamos encontrar en dos situaciones, la primera es que al inicio de la guerra civil, Vladímir Putin no era presidente y además Dmitri Medvedev estaba más ocupado con las intenciones de expansión de la OTAN en espacio postsoviético. La segunda situación que se puede enfatizar es, la necesidad que tenía el gobierno ruso de permitir la madurez del conflicto y que salieran a la luz por sí solas, las fuerzas que se encuentran en la disputa por el poder y dirigirse inteligentemente de acuerdo a sus intereses y su proyección en materia de seguridad nacional.
No iba a ser fácil intervenir por intervenir porque hay muchos factor que limitaron su injerencia, pero que sería hasta el presente año y no desde el 2011; consecuencias de una serie de movimientos sociopolíticos en el Maghreb y en el Mashreq.
El enfoque que el presente texto quiere ajustar a la intervención de Rusia en Siria es más desde la arista geográfica y energética, las cuales los medios de comunicación convencionales no ahondan. Las necesidades geográficas son vitales para los Estados, es un alimento material que todo Estado requiere para desarrollarse en el espacio anárquico en el que se vive actualmente.
El control del territorio da seguridad a los gobiernos de prevalecer con mayor influencia en las esferas internacionales; no hablando, en la conquista ofensiva de territorios, sino en el control de ellos y en la implementación de políticas defensivas que le permitan al Estado prevalecer en la escena.
En el caso de Rusia, es diferente, quizás las leyes del crecimiento de los espacios vitales son casi nulas (según los postulados del geopolítico y geógrafo alemán Friedrich Ratzel), ya que Rusia en sí mismo [Estado] tiene tierras tan vastas que no necesita ampliarlas para incrementar su poder; pero sí necesita ampliar sus zonas de influencia y control, donde pueda utilizarlas a favor de sus intereses con la proyección de la utilización de sus recursos de manera estratégica y táctica. Por ello, no le fue fácil al gobierno ruso intervenir.
Moscú apoya, sin duda alguna, al gobierno de Bashar Al Assad, pero cabría preguntar por qué. La respuesta podría parecer simple: hacer oposición a Washington y gestar un equilibrio de poderes, tanto en la guerra civil siria, como en el Levante.
Como bien decía Catalina la Grande “Quien tenga el control de Siria podrá controlar el Medio Oriente. Y a partir de Siria, puerta de Asia (…)” y esto refiriéndose a la Ruta de la Seda, hoy en día, es una ruta muy activa para el transporte y comercialización de hidrocarburos.
La Siria histórica, la Siria del País de Sham y de Yazira fue durante centurias la clave de la supervivencia de varios imperios, desde el Imperio Persa hasta el Imperio Turco [otomano, redundante, pues nunca existió un imperio turco selyúcida como para hacer la distinción], pasando por el Imperio Grecomacedonio, el Imperio Seleúcida, el Árabe, el Mongol y el Khanato Persa (Ilkhanato), pues es el lugar de tránsito y el punto de contacto de varias regiones: África Septentrional, la Península Arábiga, el Cáucaso, el Altiplano Persa, Anatolia (sin contar los mares). Si el poder central de la Siria actual cae, se reconfigurará el balance de poder en Oriente Medio. A continuación algunos factores y otras variables:
Si la espiral decadente de la guerra civil siria continua hacia un estado de anomia, Damasco dejará de ser la fuerza dominante - posible que ya no lo sea- al menos, en la misma Siria, lo que conduciría a un nuevo despertar de los sentimientos secesionistas de los kurdos, etnia que se encuentra también en Turquía, Iraq e Irán.
Si lo anterior sucede, la seguridad internacional regional sería aún más frágil por las sencillas razones de que los kurdos turcos, los kurdos iraquíes y los kurdos iraníes percibirían un resquicio de esperanza en su aspiración de erigir Kurdistán. Paralelamente Ankara, Bagdad y Teherán asumirían su ya clásica actitud contrakurda, haciendo llover más plomo en una santabárbara como Asia Suroccidental.
Aunque la mayoría de la población siria sea de corte sunní, la dinastía de los Assad son alauíes, una rama chií (como los iSmaelíes) y eso conviene a Teherán, tener un gobierno aliado en el Levante que ayude a proyectar la influencia iraní en una confirmada zona de influencia natural para Irán.
Si los Assad caen, cae el partido BAAS, cerrando un capítulo abierto en plena Guerra Fría; y si los Assad caen, en concomitancia cae la influencia iraní en el Levante Mediterráneo. Aunque la influencia iraní sea predominantemente cultural, Teherán no puede permitirse enajenarse de un aliado, por mucho que las sanciones económicas hayan sido levantadas.
Si esto sucede, la contienda geopolítica en la escala del poder regional descansaría en dos aliados estadounidenses. Israel por su parte, cuyo gobierno podría buscar colocar a un hombre suyo en el trono sirio. Lo mismo podría buscar Riad para lograr un repunte de Arabia Saudí en la región. Por eso es tan importante Siria para Irán, ya que si el status quo se modifica, el balance de poder sería otro, dejando fuera a Teherán de la contienda.
Si el régimen sirio muta, la permanencia rusa en la base de Tartus estaría en vilo, provocando una posible disminución del radio geoestratégico de maniobrabilidad militar de Rusia en el orbe.
Por tanto, Siria es una suerte de potencia mediana sin serlo, ya que es un pivote cuyo protagonismo (ya sean acciones propias o acciones de impacto para Siria) repercute en los Estados adyacentes.
Hay que recordar que Siria tiene fronteras con Turquía, Iraq, Jordania, Israel y Líbano; pero de todos ellos, hay que rescatar la posición de dos Estados: la de Iraq y la de Líbano. Además, Bagdad representa para Damasco un gran aliado, al igual que Teherán, en el aspecto energético.
Tan sólo desde el 2011, Siria, Iraq, Líbano e Irán firmaron un acuerdo muy ambicioso llamado Gasoducto Islámico, una línea de aprovisionamiento que proveería de gas a Europa desde el Mediterráneo y que bien sería una alternativa al North Stream y al South Stream, ambos dirigidos por la empresa rusa Gazprom.
Debido al estallido de la guerra civil en Siria, el proyecto se quedó en el papel y la materialización del Gasoducto Islámico se frenó.
Ahora con la reaparición de Irán en el mercado internacional después de las negociaciones con el gobierno estadounidense sobre el bloqueo económico, luchará intensamente para que el acuerdo se efectúe, ya que representa una gran oportunidad de comercializar su gas.
South Pars-North Dome será el yacimiento a explotar, el cual es el más grande del mundo y es compartido en el Golfo Pérsico por Irán y Qatar.
Moscú, por su lado, intervino no sólo para apoyar el desarrollo del ya mencionado gasoducto entre los aliados de Medio Oriente, sino que también el mismo gobierno ruso saldría beneficiado por el control de su influencia en el Mediterráneo mediante sus relaciones con Siria.
A pesar de todo, Moscú no sólo está velando por la seguridad energética rusa, que cada vez se ve más diversificada en Asia; sino vela por la integridad del Estado y su seguridad nacional, no sólo de manera terrestre como lo fue en la era soviética, sino también en los mares que es la nueva punta de flecha de la doctrina marítima de Vladímir Putin que arrancó desde su tercer mandato.
Hay que tomar también en cuenta la Estrategia de los Cuatro Mares, una variable de análisis de cuantía geopolítica. Dicho concepto fue acuñado por el mismo Bashar Al Assad al observar la posición privilegiada del territorio nacional sirio.
Parecería una apreciación más que obvia, rescatando todo lo vertido en este texto y por lo que se conoce sobre Siria, pero poniendo en perspectiva a Siria, dicho espacio geográfico no sólo cuenta con el Mar Mediterráneo como medio para realizar actividades marítimas, también está a ‘su’ alcance el Mas Caspio, el Mar Arábigo (mediante el Golfo Pérsico) y el Mar Rojo.
La Estrategia de los Cuatro Mares es un ambicioso plan de Bashar Al Assad por dar salida a los petrogasíferos sirios por vía marítima por el simple hecho de diversificar el tráfico de hidrocarburos. Si Damasco logra conectar a Siria de esa manera en los mercados internacionales de gas y de petróleo, todos los actores energéticos estarían involucrados.
La diplomacia de los ductos (como se le conoce a las relaciones que tienen que ver con toda la cadena de valores de los petrogasíferos) daría un giro significativo, pues IOCs y NOCs (Interational Oil Companies y National Oil Companies) se confrontarían entre sí por las concesiones y otras actividades que esto implica. Dicha estrategia beneficia también a Rusia y a Irán, al menos a Rosneft, Lukoil, Gazprom y NIOC (National Iranian Oil Company, sucesora de la AIOC, o Anglo-Iranial Oil Company).
A lo que se le conoce como la Russian great pool son los enormes volúmenes de gas y de petróleo que fluyen por las redes de aprovisionamiento energético en territorio ruso, volúmenes compuestos no sólo por petrogasíferos rusos, sino también por hidrocarburos centroasiáticos.
Los energéticos sirios podrían aumentar dichos volúmenes si Rosneft, Lukiol y Gazprom lo adquirieran a través del
Mar Caspio, permitiendo a las compañías energéticas rusas vender barato el petróleo y el gas extranjero a los rusos, mientras los petrogasíferos rusos son encarecidos y vendidos a Europa.
Por su parte, Teherán, por medio de NIOC, compra energéticos al gobierno turkmeno. Cuando estos ingresaN a territorio nacional iraní, son considerados como de denominación de origen nacional, es decir, iraníes. Ashkhabad hace lo mismo con los energéticos iraníes. Esto se hace desde que se impusieron las sanciones a la industria energética de Irán; Occidente siguió comprando a Irán indirectamente.
Esta alianza geoenergética podría replicarse con Siria, una vez más, por diversificar la seguridad energética de Siria e Irán. Además, se tiene contemplado una línea de aprovisionamiento que nazca en los yacimientos turkmenos, la cual corra hacia oriente.
Damasco podría sacar mayor provecho de su alianza energética con Irán, adhiriéndose al proyecto y uniendo una vertiente occidental a la línea. Esta línea es conocida como TAP, acrónimo de Turkmenistan-Afghanistan-Pakistan Pipeline, pero se pretende ampliarla hacia India, incluso China (TAPIC).

Si Teherán y Damasco lograr involucrar a sus respectivas industrias, podríamos hablar de una de los ductos más largos y de mayor valía geoestratégica.
Considerando todo lo anterior, podríamos presenciar el establecimiento de un espacio geoenergético sin precedentes que incluya a Siria, Irán, Rusia y el consumidor por excelencia, China.
El control de los mercados energéticos sigue siendo preponderante para las potencias occidentales y orientales; en el caso de occidente, el binomio europeo-estadounidense y en oriente, Rusia y China.
Cada uno de ellos actuando de tal manera que logren satisfacer sus necesidades desde la perspectiva del poder energético y militar, cada uno cooperando de acuerdo a sus recursos materiales que les permitan posicionarse en mercados dinámicos.
En este caso, Moscú desea controlar la puerta a Medio Oriente por medio de Siria y del Mediterráneo, y no sólo desde el
Mar Negro o el Mar Caspio, que son espacios convencionales de poder ruso.
El gobierno ruso no está atacando a los terroristas (mal llamados yihadistas) del Estado Islámico (EI), está permitiendo que las fuerzas armadas sirias se reagrupen para defender a los Assad; pues, seamos sinceros, si los grupos subversivos de Asia Central no se atreven a incursionar en Rusia, un grupo proxy de mediano calibre no es amenaza para Rusia, ni potencial ni real. Sin embargo, sí que lo es para un régimen debilitado, como el sirio; ergo, Moscú debe garantizar la permanencia de su aliado.
Además, reivindica y confirma la esfera de influencia rusa en Asia Suroccidental, ya que resulta innegable que aquella región lo es, y es una esfera de influencia natural. Hay que recordar tan sólo que antes de diciembre de 1991, la URSS tenía frontera con Irán y con Turquía. Es una acción lógica de la política exterior del tándem Putin-Medvedev.
El gobierno y las compañías energéticas rusos han esperado años para participar en la Nueva Ruta de la Seda, y ahora que Rusia ha regresado al escenario internacional como líder, va a lograrlo por los medios convencionales, por el medio político y diplomático.
Aunque su llave maestra radica en los dominios comerciales o energéticos, con los cuales Rusia protege en esos rubros a otros Estados para que los gobiernos permanezcan en el poder, de tal manera que favorezcan los intereses extranjeros a cambio de dádivas de poder militar, de poder comercial o económico.
Rusia ha intervenido para resguardar sus intereses energéticos, geográficos y de poder. Vladímir Putin desea dejar la presidencia con el control total de los mares, desde el Ártico hasta el Pacífico, en el Báltico y en el Mediterráneo.
Rusia necesita de los mares para consolidarse como una potencia, el pretexto ha sido la guerra civil en Siria y aunado a eso, la guerra contra el terrorismo internacional, que es lo único en lo que coinciden los Estados de occidente y eso, con las reservas necesarias a fin de no modificar el status quo que ha imperado desde la disolución de la URSS.
Estamos seguros que todo ello cambiará a causa del escenario multipolar, multicéntrico, donde las alianzas se hacen más claras, como en tiempo de la Guerra Fría.
Siria es y será un parteaguas para la repartición del poder a nivel internacional. Bashar Al Assad es una pieza importante para la reconfiguración geopolítica en Medio Oriente y las relaciones entre los Estados que conforman las confesiones chií y sunní, pero también las relaciones que confirman el despliegue de una política exterior en pro de Occidente o de Rusia.
Rusia está lista para enmarcar una victoria en las puertas de Asia. El enclave que está en juego va a develar a Putin como un estratega interesado en el multipolarismo y en el control de los centros regionales de poder por medio de la milicia, de los energéticos y del control de mercados; no con políticas agresivas, sino defensivas; cada uno para cumplir sus propósitos nacionales en medio de la oscuridad anárquica de la sociedad internacional.
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