PEÑA NIETO Y SU FALLIDA POLÍTICA DE APACIGUAMIENTO
- Héctor Balmaceda Sunderland
- 2 sept 2016
- 6 Min. de lectura

"Divide más la ignorancia que mil muros. Divide más ver personas que siguen convergiendo y militando con el rancio PRI, que mil discursos de odio." –Rodrigo Rivera
Una idea, un muro, una visita; sólo eso bastó para desatar, lo que considero, una controversia diplomática sin precedentes en las relaciones México- EE.UU. A la presidencia se le ocurrió la disparatada idea de invitar a Donald Trump para charlar con el presidente del ejecutivo, Enrique Peña Nieto, y sostener una suerte de conferencia. Craso error, pues se hizo, ya no se diga, con la mediación, no, sino sin consultar a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), órgano facultado y competente para tales menesteres. Ello degeneró en la renuncia de la canciller, Claudia Ruiz Massieu.
Un error de dimensiones tan severas que, esto significa la debacle de la imagen de México ante la Sociedad Internacional, pues ha sido el mismísimo jefe de Estado quien ha permitido que México quede en ridículo, todo por darle coba a Trump. Si Trump llega a la presidencia del ejecutivo estadounidense, con esa actitud y prepotencia, lo que logrará es transformar a Estados Unidos en un rogue state, un Estado canalla, pero es hasta que suceda, que debe de atajarse el problema.

"Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca." Una táctica que funcionaría en términos de relaciones interpersonales, sin una abierta confrontación de ideas y propuestas, pues esa frase sugiere un perfil bajo. En efecto, Peña Nieto lo logró, mostrar un perfil demasiado bajo, rayando en lo sumiso, ante Trump. Eso no funciona en las relaciones diplomáticas, pues la diplomacia no siempre tiene una cara afable; una faceta de mediación o de cordialidad. Arthur Chamberlain intentó calmar las pretensiones expansionistas de Adolf Hitler mediante su política de apaciguaiento (policy of appeasement), creyendo que con ello lograría calmar al Führer y su proceso de anexión y conquista.
Un error de cálculo, pues esas pretensiones no eran espontáneas, radicaban en la escuela geopolítica alemana que Karl Haushofer transmitió al Dritte Reich (Tercer Reino), lo que coadyuvó a sustentar filosóficamente la campaña Drach Nach Osten.
Pasa casi lo mismo con Peña Nieto y Trump, pues el primero, creyendo que podría granjearse la simpatía del segundo, lo invitó a Los Pinos; mientras el segundo accedió y aprovechó los reflectores y la atención de la población mexicana para fortalecer su imagen ante sus votantes, sin modificar, ni un ápice, su discurso. Entendamos que la política exterior estadounidense es invariable, es de supremacía y dominación, de aislacionismo en ciertos momentos, pero de interés ingerencista e intervensionista global.
Los padres fundadores dieron el ejemplo y por ello la política exterior estadounidense es una de Estado, continua; no es de partido o de facciones, como la política exterior mexicana, de sexenios.
Hay un modelo previo que oscila entre el proceder de Franklin y el proceder de Hamilton, que descansa en el partido en turno, Demócrata o Republicano; respectivamente. Eso lo desconocen los asesores de Peña Nieto. Los diplomáticos estadounidenses saben muy bien como 'capotear' al gobierno mexicano y a la población mexicana, en general. La educación escolar enseña de tal forma que, pareciera inserto en el código genético mexicano la sensibilidad hacia la soberanía.
Es decir, la reacción de los mexicanos es histórica, pues teniendo un pasado de intervenciones e invasiones extranjeras, queda en la 'memoria colectiva' la idea inserta del extranjero saqueador y ocupacionista.
Por ello, salvaguardar la soberanía es básico en los discursos de funcionarios públicos de alto cargo, sobre todo del presidente del ejecutivo y de los altos mandos de la SRE.
Es por eso que la contraparte estadounidense sabe jugar con la soberanía, antecediendo que no pretenden, de ningún modo, perforar la soberanía mexicana. Se cree en México que la soberanía le pertenece al pueblo, es decir, a los ciudadanos, porque así lo manda un papel llamado Constitución. Que lo señale la Ley Fundamental no es igual a la realidad. Eso es una falacia de argumento ad popolum y de de argumento ad nauseam.
La soberanía radica en las decisiones de la dirigencia nacional, de los altos cargos gubernamentales que, si no se pronuncian en contra y no ejercen la soberanía en términos de acciones, tácitamente permiten, soberanamente, por ejemplo, un agravio como el del señor Trump.
México ha quedado mal al ante el resto del orbe y ha dado un paso en falso hacia lo que el futuro depara para las complicadas relaciones bilaterales con EE.UU.

A continuación, toda la serie de detalles que perfilan la degradación geopolítica y diplomática del jefe de Estado mexicano:
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido en el poder y del cual emana Peña Nieto, así como la presidencia, han manejado que esta visita es una estrategia. Otro error, pues una estrategia es un proceder planificado que integra tácticas o elementos indispensables para su consecución. La invitación, al ser un sólo movimiento de piezas, no es una estrategia, es una táctica que, evidentemente, no funcionó, pues no tuvo beneficios concretos. Dudo, en concomitancia, que surtan efectos benéficos a largo plazo.
La propocisión refleja un claro cisma entre la Cancillería y sus asesores y presidencia y Peña Nieto, lo que deja mal parado al gobierno en términos de política exterior y diplomacia. Eso muestra debilidad y fragmentación del trayecto diplomático de un Estado, pues pareciera que el torso quiere ir al lado contrario de hacia donde van los pies. Mano derecha y cabeza deben coordinarse y trabajar en conjunto, en equipo, para lograr los objetivos de política exterior y llevar a buen puerto el Poder de Estado.
Las legaciones diplomáticas, así como los representantes diplomáticos, sirven a la Cancillería/Ministerio de Exteriores (SRE) y al jefe de Estado para representar al Estado . Por ningún motivo, el jefe de Estado, sea premier, presidente o monarca, debe de 'rebajarse' a hablar con un ente diplomático menor. Peor en este caso, pues Peña Nieto se atrevió a entablar un 'diálogo' con un ente no diplomático, reconociendo, tácitamente, a ese ente, como homólogo.
Lo que degenera en detrimento de Hillary Clinton como candidata demócrata, quien ha criticado duramente la invitación y la visita, y quien sabe de protocolo diplomático al ser exsecretaria del Departamento de Estado; sabiendo perfectamente de lo ominoso que resulta que un candidato se reúna con un jefe de Estado.
Trump logró que se le diera foro para reafirmar sus promesas de campaña, foro en territorio nacional mexicano, terruño de esos individuos a los que etiqueta peyorativamente. Un discurso de odio emitido en Los Pinos; menos mal que no fue en San Lázaro o en Palacio Nacional, lo que hubiese simbolizado una afrenta y un agravio mayor.
Peña Nieto, en ningún momento ejerció el cargo de jefe de Estado, responsabilidad reconocida en la conferencia por él mismo, pero que no hizo patente al atajar el discurso de odio de Trump. Peña Nieto ha fallado como jefe de Estado, como máximo representante de México y los mexicanos, así como del Interés Nacional y del Estado mexicano, al ser el ente diplomático plenipotenciario por excelencia. Esa conferencia era el momento para exigir una disculpa pública; eso lo suelen hacer los embajadores, los cancilleres y los jefes de Estado al percibir o detectar algún agravio hacia los elementos del Estado o a los símbolos nacionales. Callar ante ello no es prudencia, es omisión; es reconocer la superioridad de Trump ante los mexicanos, reitero, en suelo mexicano.
Es prerrogativa de cada gobierno establecer una frontera dura, ya sea un valla o un cerco, pero levantar un muro, es un asunto diplomático extremo. Ejemplo de fronteras duras es el Muro de la Vergüenza, erigido por Tel Aviv para mantener a salvo de piedras sus ilegales colonias en Palestina, o lo que es lo mismo, para mantener en cautiverio a los palestinos en propio hogar. Otro ejemplo es el Paralelo 38, la zona desmilitarizada entre las Coreas, un lugar de vallas, muros, atalayas y plagada de minas antipersonales; lugar en el que reina la tensión. EE.UU y México son entidades simbióticas al ser Estados adyacentes, al codepender de las economías nacionales, al poseer ciudades gemelas en una de las más grandes frontera (más de 3,000 kilómetros). Erigir un muro dinamitaría la dinámica geoeconómica de la frontera, una frontera viva que moriría al militarizar aún más un linde sobrevigilado.

La Cuarta Ley de Friedrich Ratzel estipula que "La frontera es el órgano periférico del Estado; y, como tal, es prueba de crecimiento y de fuerza." El tipo de frontera que se tenga determina las relaciones exteriores de los Estados, como si fuese la mismísima piel, el aspecto y la educación de un individuo para desenvolverse, interactuar y vincularse en sociedad. Rudolf Kjellen establece que la Cratopolítica brinda a la Geopolítica el análisis de los principios de las límites propios del país (sic), de los puertos necesarios, de las carreteras estratégicas. Sabemos que dependemos de una frontera abierta y dinámica, que las remesas se han convertido en un sector estratégico de la economía nacional y que el tráfico lícito mueve más que mercancías, da empleo y mueve ideas e individuos.

Bomberos estadounidense extinguiendo un incendio en México
El gobierno mexicano debe hacer una labor diplomática titánica evitar que esto tome un cariz más lúgubre y que de ser una controversia, mute hacia un intercambio de insultos, o hacia una escalada, así como saber aprovechar las bondades geoestratégicas de México para estrechar más (no depender más) las relaciones bilaterales.
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