AUTONOMÍA ESTATAL EN TIEMPOS DE NETANYAHU
- Héctor Balmaceda Sunderland
- 28 dic 2016
- 5 Min. de lectura

"Nuestra política es muy simple. El Estado judío fue establecido para defender vidas judías, y siempre reservaremos nuestro derecho a defendernos"
–Benjamin Netanyahu
Bastó con la iniciativa de El Cairo para que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU), merced de la abstención de la representación estadounidense, aprobara el pasado 23 de diciembre del presente año, la histórica Resolución 2334, cuyo contenido denuncia la ilegalidad de los asentamientos israelíes (favor de omitir el uso de israelita o israelitas, pues dichos términos son meramente bíblicos) en territorios ocupados en Palestina.
Dicha condición, contemplada en el Derecho Internacional Público, estipula claramente que no se puede disponer en ninguna forma de territorios que sean declarados ocupados, luego de la invasión militar israelí durante la Guerra de los Seis Días. Condición que ha sido violada flagrantemente por Tel Aviv a lo largo de los años, desafiando así a la Comunidad Internacional y al Régimen Internacional.
¿Cómo es que un Estado que tiene como antecedente, entre otros, ser el refugio y el faro de esperanza de miles de judíos europeos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial, ser ahora un adalid del genocidio palestino? Eso es muy sencillo si se cuenta respaldo a Washington y el resto del los Estados europeos que, bajo un doble discurso, proclaman los derechos humanos como directriz de su política exterior, al tiempo que arman y solapan el expansionismo sionista del Gran Israel (en el cual, ahondaremos en una próxima entrada).

La Res 2334 es un hito en la Política Mundial (diferente de Política Internacional o política exterior), pues es el primer edicto vinculante que compromete al gobierno israelí a frenar la colonización de territorios palestinos. Nunca antes el CSNU se había proclamado de tal manera, pues el principio de unanimidad (conocido coloquialmente como el derecho a veto) estadounidense siempre había ahogado los esfuerzos por hacer más que patente la ilegalidad del proceder de su Estado aliado.
Cabe preguntarse si este edicto funcionará. De ante mano puedo decir que no, esperando equivocarme, pues, aunque la administración Obama haya permitido que esto ocurriese (lo cual pareciera ser un sabotaje a la próxima política exterior de la entrante administración, y un regalito personal para Donald Trump y para Benjamin Netanyahu, Bibi,para losamigos, por Navidad y Hanukkah,respectivamente [imaginen lidiar con el cabildo judío en el Congreso o con el mismo Netanyahu]), el carácter vinculante de la resolución –y de todas las del CSNU– es meramente nominal.
No existen los mecanismos para obligar a un Estado a acatar el contenido de edicto alguno. Las sanciones, o políticas de poder, son los mecanismos extrajudiciales, pero no han sido aplicados contra el Estado de Israel.
Que no funcione o que su contenido no sea factible, no significa que deba desecharse, pues es una evidencia de que la Comunidad Internacional, encarna en el CSNU, sin el veto, puede dejar atrás los grandes diferendos heredados por la Guerra Fría y focalizar recursos contra las injusticias que aquejan a la humanidad.
Es también de enorme cuantía, pues es el primer edicto de ese corte que surge del seno del CSNU, el cual es considerado el órgano más poderoso y el de más alta autoridad entre los miembros de la Sociedad Internacional (también diferente de Comunidad Internacional).

Otra de las razones de la disfuncionalidad de la resolución es que contraviene la raison d'Etat de Israel. Dicho Estado fue creado a costa de los históricos territorios palestinos (controlados, en aquel entonces, colonialmente por el Mandato Británico de Palestina) en un intento por dar cabida a un Estado cuya esencia descansa 1) en ser habitado por judíos y; 2) en un territorio ajeno, proclamado como propio bajo la consigna de ser la Tierra Prometida. Ese es el supuesto gran error, haber permitido la creación de un Estado de carácter judío en un entorno mayoritariamente musulmán y controlado por potencias extracontinentales. El error real fue que las dirigencias de los Estados adyacentes compraron dicho discurso, inflamdas previamente por la sed de retaliación debido la partición de Palestina, tierra divina de igual forma para los musulmanes.
Si a eso se le agrega que el Estado israelí es el producto de la gratificación/indemización a judíos por persecución y miedo, resulta que su gobierno, en tempranas etapas de las fases de consolidación del Estado, adoptó una actitud prepotente y agresiva respecto a un entorno "hostil y antijudío". Anteriormente, musulmanes y judíos habían coexistido pacíficamente en el Levante Mediterráneo desde mucho antes que se erigiese el Imperio Turco (eso de Otomano es redundancia).
Si sumamos el apoyo estadounidense y la negligencia europea, puedo afirmar que el interés nacional y la política exterior israelíes tienen consecución, generando así una autonomía estatal fuerte, personalizada e independiente, que sumados ala hostilidad y la naturaleza belicista de Israel, degeneran en la creación de un Rogue state, o Estado paria.
¿Qué es la autonomía estatal? Es un concepto propio de RR.II. que alude a la capacidad que tiene un Estado de formar parte o no del Sistema Internacional, variando esa pertenencia en términos acomoditicios, por conveniencia o por capricho. La autonomía estatal es un elemento del Estado y se vuelve fuerte cuando los objetivos de política exterior se cumplen y se sobrepone la propia agenda al resto de la Sociedad Internacional.

Otro problema histórico es el de, efectivamente, considerar a Israel como un Estado judío. Tel Aviv esgrime que negociará la paz con ningún Estado adyacente (léase 'árabes', que en realidad son árabesemitas) y que no estorbará en el establecimiento de un Estado palestino,si sólo y si, el mundo musulmán reconoce a Israel como una Estado judío. Entiéndase las implicaciones, pues el gobierno israelí cree que de esa manera trastocará el orgullo de los árabes en su propio territorio, mientras que, gracias ese error histórico de comprar el discurso de odio, las cúpulas gubernamentales de los Estados 'árabes' estiman como un agravio dicho reconocimiento.
A Israel nunca se le debió haber dado ese tratamiento como indemnización para un pueblo judío: primeramente porque considerar a los judíos como pueblo tiene implicaciones políticas que radican enla CienciaPolítica (bajo la acepción política de pueblo) y; en segunda, porque a partir de entonces, erradamente se le considera el ser judío como una especie de nacionalidad y etnia.
Tan risible es como aceptar que los musulmanes, por ser musulmanes, son un pueblo y una nacionalidad. Son una comunidad, como lo establece la Umma, pero permitir que esto se aloje en el ideario colectivo y se acepte como válido, a la postre degeneraría en la creación de un Califato habitado por los musulmanes perseguidos alrededor del orbe, con derecho a erigir su Califato a costa de alguna disposición divina,plasmada en algún texto.

Recapitulando: Tel Aviv seguirá colonizando Palestina y erradicando palestinos mientras la Comunidad Internacional no reconozca la ejecución de genocidio y mientras no se den muestras claras por cambiar el estadosituacional; pues a Tel Aviv sólo se le puede contener bajo una gran presión o bien, militarmente.
El mismo gobierno israelí ya ha respondido mediante la aprobación de nuevos asentamientos, lo que manda el claro mensaje de un Estado paria: actitud antisistémica, aislacionista y con visos de autismo diplomático que sólo agravarán más la situación.
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